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miércoles, 17 de febrero de 2010

Libentia, Barcelona






Libentia, 12 de Febrero de 2010
Después de tanto oír hablar y leer sobre él, un artículo en el dominical de la Vanguardia, nos decidió a visitar el Restaurante Libentia. En esta ocasión los comensales fuimos cuatro, el que escribe, mi acompañante habitual, un amigo cocinero y su pareja, lo que da pie a una valoración más amplia y objetiva.
El local ubicado muy cerca de la Sagrada Familia, muy sencillo y elegante, que podríamos calificar como “minimalista”, pero sin nada a destacar, decorado en tonos blancos e iluminación muy agradable y bien dispuesta sobre los comensales. Cuenta con unas 10 diez mesas, elegantemente vestidas con mantelería de tonos amarronados y cubre “blanco”. La cristalería, vasos para agua y copas de una de las gamas de Riedel.
La oferta gastronómica, una carta de tamaño reducido, 8 primeros, 4 pescados, 4 carnes, con precios entre los 12 a los 23 € por plato. Los postres, siete a 7 € cada uno. Termina la oferta un menú degustación a 39 €, formado por aperitivos, un primero, un pescado, una carne y dos postres.
El recibimiento al restaurante fue muy formal y correcto. Optamos por el menú degustación, que no se encuentra impreso y en el cuál el cliente puede sugerir los platos que más le interesen.
Seguimos las indicaciones y consejos del maître a la hora de seleccionar los vinos, comentar “a priori” que acertó.
La carta de vinos es una de las sorpresas de Libentia, no muy extensa y excelentemente seleccionada, con unos precios “casi” de bodega, a los cuales únicamente se les carga un porcentaje muy bajo y 3,45 € por descorche. Un regalo. Muchos restaurantes deberían tomar nota de está formula, casi seguro que la gente bebería más y vinos de mayor calidad
Bodega y demás....

José Pariente 2008, 100% verdejo, 13 % vol. D.O. Rueda, 9,75 + 3,5 € por descorche. Todo un varietal de verdejo joven, con el perfil característico de Rueda. Nariz de mediana intensidad, muy frutal, con un fondo herbáceo marcado. En boca muy vivo, fresco, con una acidez correcta y el postgusto amargo característico de la variedad.

Nuestro 20 meses 2005, 100 % tinta del país, 15 % vol. D.O. Ribera del Duero, 27,04 + 3,5 por descorche. Ribete violáceo, color cereza picota intenso, a destacar su alto grado alcohólico, que le proporcionaba una bonita y lenta lágrima teñida. Nariz intensa a frutos de bosque (mora), licoroso en nariz, tras las frutas notas torrefactadas. En boca muy intenso, glicérico, aparecen las mismas sensaciones que en nariz, notándose las notas ahumadas y torrefactas aún más en retronasal, final largo y persistente. Un gran vino. A destacar el elegante diseño de la botella.
2 tónicas Fever-tree, invitación de la casa. Excelente tónica
1 agua de litro (disculpad, no recuerdo la marca), 2 €
Como ya viene siendo pauta en casi todos los restaurantes y en muchas ocasiones el apartado de aguas y refrescos se ve limitado a unas pocas marcas y a la “ideología” del restaurador en lugar de buscar la satisfacción del cliente.  

Los aperitivos fueron dos.
Aceituna Gordal, servidas en una bandejita como podéis ver en la foto (arriba de todo, 2ª foto)

Gin Tonic de fruta de la pasión, granadina y berberecho. Un aperitivo tal vez demasiado sencillo, en la mesa no terminó de convencer la combinación del cocktail con el berberecho.

Pan. Nos sirvieron un pan individual de aceituna negra y nueces, muy acertado y una foccaccia aromatizada con eneldo y anís estrellado excelente.
Primeros

Ajoblanco de piñones con tartar de langostinos. El plato servido con el tartar de langostinos aderezado con lima y cebollino, rematado con unos brotes y decorado con piñones y dados de uva y anchoa. Un plato muy bien ejecutado, aunque el sabor a piñón era un tanto bajo. Solicite este plato por que es un recuerdo de mi infancia (el original claro está), que se vio resucitado hace años de la mano de Ferran Adrià y rediseñado por varios cocineros con productos como el coco o el melón, en este caso piñones y muy bueno.

Ravioli de Txangurro, sopa de marisco y rúcula. Un falso ravioli, elaborado con pasta “wonton”, relleno con la carne del centollo, sobre él una macedonia de tomate con orégano, piñones y terminado con un “bouquet” de rúcula y finalmente acompañaba la sopa de marisco. Por separado todos los componentes eran una delicia. Para mí, lo poco acertado era el conjunto, la combinación del ravioli con la sopa obviamente era perfecto, pero la entrada en escena del tomate crudo y la contundencia de la rúcula anulaba los agradables matices de la sopa de marisco.
Segundos

Lubina con ragoût de setas y frutos secos. En la base del plato un salteado de setas, -trompetas de la muerte-, piñones, nueces, pistachos y pipas ligados con un fondo. Sobre el ragoût, una suprema de lubina más que correcta en tamaño aunque con el tiempo de cocción (o de espera) demasiado largo. Terminaba el plato una navaja, unas virutas de nuez de macadamia y unas gotas de aceite de hierbas. A mi parecer la base de setas, era demasiado pesada y contundente para acompañar este pescado.


Terrina de cochinillo, cítricos, manzana y calabaza. La porción de cochinillo, perfectamente caramelizada sobre su jugo, rodeado por un cordón de cítricos. Guarnecían el plato un puré de calabaza un gajo de pomelo pelado “al vivo” y unos cilindros de manzana al cava. Un plato muy bien ejecutado, la cocción de la carne perfecta, un gran plato.

Postres.
A excepción de los quesos y el surtido de helados, solicitamos todos los platos de la carta, dos de ellos ya iban incluidos en el menú degustación.

Babá de caipiriña, helado de coco y espuma de naranja amarga. Un babá perfecto, al igual que la espuma de naranja amarga. Acompañaba el plato un helado de coco sin azúcar, lo cual encuentro perfecto. El conjunto acertado, si bien la intensidad de la espuma dificultaba la apreciación del helado de coco. Visualmente el postre es excesivamente simple.


Suizo. Chocolate, una ganaché al whisky en su interior, cubierto de chantillí y decorado con crumble y virutas de chocolate. Un postre poco arriesgado, y muy seguro.

Bizcocho de cacahuetes, helado de mango, aceite de oliva, crumble de chocolate. Bizcocho micro, que ya hemos visto varias veces en el blog un tanto seco, pero con muy buen sabor, un excelente helado de mango y una base de chocolate y aceite de oliva, con escamas de sal. Terminaba el plato un crumble (galleta) de chocolate. La nota discordante del plato para mi residía en el helado, su potencia gustativa superaba a la del resto de ingredientes, pero es sólo una apreciación personal. Todos los elementos eran buenos, pero el conjunto para nosotros no era armónico.

Tatin de pera al caramelo. Otro postre poco arriesgado, un clásico de la repostería, la pera por un lado y la tatín por otro, unir las dos es algo más que habitual. La substitución de la “creme fraiche” por un queso tipo crema tampoco aporta ninguna novedad y la base de “toffee” aportaba su toque clásico. En cambio si es interesante el helado de palomitas de maíz y la teja o crujiente de “kikos”. Un postre muy agradable.


Lemón Pie. Una reinterpretación del clásico muy bien lograda. La crema de limón de textura más suave (casi como una crema ingles de limón), amenizada con trozos de pulpa de limón y un sorbete. De igual manera el merengue, muy suave terminaba de lograr un conjunto muy armónico en contraste con los dados crujientes de bizcocho.

Petit fours. Formados por unas pastas de té, unas catanias (en el bol pequeño), carquinyoli y merengue de café, ambos en la foto con forma de bastoncillo. Todos ellos muy sencillos y correctos
Cafés. Invitación de la casa.

El servicio….
Vamos a intentar relatar los sucesos cronológicamente y de forma concisa…
Llegábamos al restaurante a eso de las 9:15, manía de cocinero esto de llegar antes de que todas las mesas estén a rebosar. La recepción correcta.
Como ya comente, el asesoramiento en el tema de vinos y su relación calidad/precio de lo mejorcito de la ciudad.
Los problemas empezaron a sucederse uno tras otro. No tenían las bebidas solicitadas, empezamos a cenar prácticamente una hora después, por suerte la compañía era muy grata.
La situación se agravó cuando unos de los comensales recibió el primer refresco solicitado con el segundo plato. Cuando nuevamente solicitó otro refresco, se repitió una espera interminable que culminó cuando se levantó de la mesa y pidió por favor que le sirvieran una nueva unidad sin mas dilación.
El camarero no sabía, que pescado nos servia en el plato, un pescado de escama era servido como rodaballo.

Pasando la mitad de la cena y ante la larga espera sufrida entre plato y plato uno tiende a “atacar” el pan que se terminó y no volvió a aparecer en escena hasta ya servido el último plato.
El tiempo de duración de la cena supero a los 150 minutos de Mugaritz, pero sin sus diecinueve servicios. Ya se que estoy comparando el tocino con la velocidad, pero hacia tiempo que no pasaba tanto tiempo en un restaurant.
Imagino que conscientes de todo esto se nos invito a los cafés y refrescos, pero tal vez hubiese sido más interesante alguna explicación o simplemente una disculpa.
Pero...como dice Marta en un comentario más abajo, un mal día lo tiene cualquiera.
Conclusiones…
Los platos de Libentia, podemos catalogarlos a grandes rasgos como “cocina creativa”, pero en perfecto equilibrio  con la cocina clásica. Todos ellos  bien ejecutados y correctos, raciones adecuadas y presentaciones “comedidas”.

Indudablemente, Libentia tras algunos reconocimientos y logros se ha transformado en restaurante de moda. El problema es que los reconocimientos y la publicidad atraen comensales y cuando estos llegan hay que saber estar a la altura de los reconocimientos recibidos y de las expectativas creadas. Indudablemente, aquel día faltaba un camarero, o que el jefe de sala ejerciese como uno más. De cualquier forma, veo más un problema de previsión de personal por parte de la dirección.

Siempre me detengo en los postres y este no será un caso aparte las propuestas que se nos presentan en Libentia en general son seguras y poco arriesgadas, aunque con un resultado muy por encima a la de muchos restaurantes en el apartado de postres.
Una lástima que una cocina de gran calidad, se vea empañada por un servicio de sala que no supo estar a la altura.

Total de la Factura: 236,49 €.
Precio por persona: 59,12 €

Restaurante Libentia
Carrer Còrsega, 537 08025 Barcelona
Tel. 93 435 80 48